Estaba pensando en lo que iba a escribir en un nuevo post y de repente se me encendió una bombilla en mitad mi black out mental. Deseaba poner cierto orden en mis pensamientos y a la vez dejarlos plasmados en un artículo de autoayuda que me sirviera no solo a mí, si no a todo aquel que lo leyera. Y es que esto va de conseguir cosas, logros, metas, satisfacciones personales, objetivos o sueños, llámalos como quieras.
Aún no he logrado todas mis metas en la vida pero sí que he ido consiguiendo dar pequeños pasos para acercarme a ellas y en ese camino que he ido construyendo, he podido comprobar en primera persona qué es lo que me ha ido sirviendo y lo que no, todo ello a través de mis propias experiencias, de los consejos que me han ido dando las demás personas que me ido encontrando o libros que he leído que me han inspirado a lograr con éxito mis propósitos.
«La única diferencia entre un sueño y un objetivo es una fecha«
Edmund Hoffens
Para mí ha sido fundamental establecer nuevos hábitos y rutinas, dándoles un nivel de importancia a cada uno, sabiendo que sin esfuerzo no hay recompensa (esto es algo que deberíamos grabárnoslo a fuego) y que las acciones del día a día son las que determinan nuestra vida. ¿A quién no le ha pasado alguna vez que se ha propuesto un objetivo en año nuevo y después no lo ha cumplido? Para no caer en este error, yo me di cuenta que debía asociar el propósito con un compromiso de cumplirlo sabiendo en todo momento que al no realizarlo, no avanzaría. Así es como logré estudiar mejor y más concentrada por las mañanas, sacar el máximo provecho a las horas libres para realizar esas tareas en las que mi concentración tiene que ser eficiente y hacer que cada paso en la consecución de mis objetivos me fuese acercando a la meta final. Creedme, el recorrido ha sido largo y estoy más cerca de lograrlo que de la casilla de salida. Y a todo eso le sumo el conocimiento y experiencia que he ido adquiriendo a lo largo del tiempo.
El punto de inflexión casi siempre lo produce una situación de estancamiento o de hundimiento personal. Es un estado oscuro en el que es fácil caer, sobre todo cuando sientes que no eres capaz de afrontar el problema, te supera ese estado de vacío emocional y no sabes que hacer para salir de ahí…y esas herramientas que son necesarias para producir el cambio están en el interior de nosotros. Debemos conocer nuestro potencial y hacer que suceda el milagro: encender la chispa que nos haga entender que la vida son dos días y que lo que no hagamos ahora, no lo haremos cuando se nos «apaguen las lucecitas».
Creo fielmente en que todo pasa por algo y que estamos en el sitio y el momento en el que debemos estar por alguna razón conspirativa del Universo, donde cumplimos un papel importante que se escapa del entendimiento. Así, se abre ante nosotros un inmenso abanico de posibilidades, de oportunidades y de planes que pueden suceder, pero…creo también en la fuerza humana del cambio y de la lucha…así, esas posibilidades, esas oportunidades y esos planes universales los podemos moldear en nuestro beneficio. Las personas que salen de su zona de confort, que son capaces de reinventarse y de salir de las adversidades son más propensas a conseguir sus metas que aquellas que solo se quedan a esperar qué sucede con su vida simplemente dejando pasar el tiempo.
Aquí se viene una buena parrafada, poneros cómodos que empieza lo bueno. Agarrad papel y lápiz si lo necesitáis y quedaros con el concepto que voy a exponer.
1. Realizar una planificación de objetivos
En la planificación dejaremos claro cuáles son nuestras metas y cómo y qué mecanismos y acciones usaremos para lograr ser constantes y decididos y así, llegar a conseguir nuestros objetivos. Emprender un camino empieza por un primer paso y saber hacia dónde nos queremos dirigir nos facilitará el proceso. Conocer el destino nos permitirá establecer objetivos más claros y concisos. Esto no quiere decir que pasado un tiempo nos demos cuenta que ese no es el rumbo que debíamos tomar y que buscamos otra meta a la que llegar. Es totalmente válido equivocarse, cambiar de opinión y empezar de nuevo (que no de cero, porque en el camino aprendemos y experimentamos situaciones que nos hacen crecer). La única premisa es nunca darse por vencido.
Una planificación tiene que ser clara, limpia, meditada y calculada.
2. Crear un plan de compromiso
Un compromiso es un estado consciente en el que llegamos a un acuerdo de obligación de realizar una acción con nosotros mismos o con otra persona. Digamos que se establece un acuerdo de realizar algo. A ese compromiso se le asigna un valor, un nivel de importancia en nuestra escala interna que dirá si se llevará a cabo o finalmente se dejará por imposible. El cumplimiento de ese compromiso lo establecemos nosotros con ese nivel de relevancia.
Por ejemplo: «en año nuevo dejo de fumar» o «el lunes empiezo la dieta». Para llevar a cabo esta sentencia, este compromiso adquirido con uno mismo debe ser firme y debemos estar convencidos del por qué lo establecemos. Es decir, debemos tener razones suficientes para cumplirlos…en estos casos podría ser porque es lo mejor para nuestra salud, el médico nos lo ha prescrito o simplemente porque queremos vernos mejor. Ese convencimiento es la raíz a partir de la cual van a brotar los resultados esperados, los que a nosotros nos interesan y por los cuales nos habíamos comprometido. Y por supuesto, esto conlleva una inversión de esfuerzo y voluntad para la que tenemos que estar preparados y ser consecuentes. Las cosas difíciles son las que más cuesta conseguir y la que mayores satisfacciones nos dan.
Un plan de compromiso comienza con un listado de razones y porqués queremos realizar cierta acción, lo más detallado posible, y de las herramientas que vamos a utilizar para conseguir nuestros objetivos. Ese listado debe dejarse por escrito, con su fecha de inicio y su fecha de fin si la tiene, teniendo claro hasta dónde queremos llegar para conseguir nuestra meta. Además debe estar firmado y siempre en un lugar accesible, por si caemos en la tentación de abandonarlo, sacarlo del cajón, releerlo y recordar los motivos por los que nos comprometimos. No es una planificación en sí de cómo vamos a realizarlo sino una descripción de las herramientas externas e internas que tenemos a nuestro alcance para llevarlo a cabo. Esto puede ser, con los ejemplos que he puesto antes, como decir que en año nuevo dejo de fumar porque necesito mejorar mi salud y lo voy a conseguir porque soy una persona con una gran fuerza de voluntad y muy perseverante; o el lunes empiezo la dieta porque quiero verme mejor y para ello voy a acudir a un nutricionista.
En el plan de compromiso podemos también añadir qué habilidades nos faltan o debemos reforzar para lograr el cumplimiento de nuestra meta, esas competencias en las que sabemos que fallamos. ¿Y esto para qué? Para saber en todo momento qué debemos mejorar y qué estrategias aplicar para ello.
3. Pasar a la acción
«El movimiento se demuestra andando» o eso dice el dicho. De nada sirve cumplir los dos puntos anteriores si no los ejecutamos. La acción transforma las ideas en hecho reales y el primer paso hacia ella es el más importante. La acción implica una serie de requisitos iniciales que se aplican para coger el impulso necesario y ponerse en marcha: determinación, compromiso, ilusión, constancia y perseverancia. Yo diría que la más destacable es la ilusión, pues es la motivación la que empujará a todas las demás.
Y ahora que ya sabes que sin acción no hay éxito, me gustaría hablarte del momentum. Es ese instante de motivación e ilusión al inicio de un proyecto, cuando surgen las ideas y la energía es máxima y las ganas se apoderan de nuestro interior, deseando hacer cada paso de la forma más efectiva y queriendo alcanzar los objetivos fijados. Es preciso actuar de forma consciente y siguiendo un planteamiento fijo, de nada sirve moverse de forma aleatoria y sin pensar…y por supuesto, manteniendo un enfoque.
En definitiva, el éxito no es solo el resultado de grandes ideas, sino de la determinación de convertirlas en realidad.